Es
conocido que existe un “sesgo de optimismo” por el que experimentamos una tendencia a prestar más atención a las
buenas noticias en comparación con las malas. Al parecer, somos optimistas y
nos aferramos a “lo bueno”, ignorando bastante “lo malo”. En un estudio
realizado por la Universidad College de Londres llegan a la conclusión de que
las malas noticias se procesan mejor cuando a las personas se les somete a un
cierto nivel de estrés, al perder el mencionado sesgo de optimismo.
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