Leemos
en Vibe un
reportaje de Golding que describe la historia de dos ciudadanos afroamericanos
que han pasado 11 y 26 años por una violación que no cometieron. Sorprende la
endeblez de las pruebas que sirvieron para condenarlos (por no decir lo injusto
de que se considerasen válidas). No menos sorprendente es que la mujer que les
acusó haya esperado 26 años para confesar la verdad.
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